lunes, 5 de julio de 2010

Los suecos

Ese misterioso país donde hace tanto frío, nada tiene que envidiar en sus pasiones al sur que se lleva la fama de actuar movido por las emociones. A juzgar por lo que nos cuentan sus novelistas, el frío también las desata. Nada nuevo puedo aportar a todo lo dicho sobre Suecia, que otros más eruditos ya lo han hecho. Todo está escrito, decían los árabes. Todo está en la red, decimos ahora. Me limitaré a copiar, cuando lo crea conveniente, la información sobre los lugares de los que desee hablar en función de las novelas que vaya incluyendo. Que nadie se llame a engaño, eso sí. Diré al menos de dónde lo he copiado para agradecimiento del que lo escribió.

Mi empeño será situar a los autores suecos de novela criminal en el mapa de suecia y reseñar sus obras. Para eso hay que ser entusiasta de su literatura, así me confieso. Poco a poco, desde el frío, nos va llegando una nueva producciónliteraria de calidad, que supera con creces la oferta de otras latitudes que antaño se llevaron la fama. El ejemplo lo tenemos en Estados Unidos, Inglaterra o Francia a los que la tradición literaria criminal guarda el recuerdo de lo imperecedero, si bien, superado.

La calidad de la literatura sueca está marcando un paréntesis entre el pasado y el futuro: antes primaba lo que se contaba y ahora cómo se cuenta. Eso sí, les gusta la sangre; sólo hay que observar los crímenes tan brutales que describen: desde ojos arrancados hasta miembros mutilados, pasando por señoras congeladas en la bañera. Todo se verá.

Quiero empezar por Asa Larsson por muchas razones, la principal, que está más al norte, así al menos seguiré un orden. Ella mata en Kiruna y se refugia todavía más al norte, en Kurravaara. Por si nos quedase alguna duda, su primer título Aurora Boreal, sucede bajo ese fenómeno, que ocurre cuando partículas cargadas (protones y electrones) son guiadas por el campo magnético de la Tierra e inciden en la atmósfera cerca de los polos. Cuando esas partículas chocan con los átomos y moléculas de oxígeno y nitrógeno, que constituyen los componentes más abundantes del aire, parte de la energía de la colisión excita esos átomos a niveles de energía tales que cuando se desexcitan devuelven esa energía en forma de luz visible.

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